lunes, 25 de abril de 2011

DOS CARAS

Se fueron hace meses, con pocos días de diferencia. Se fueron igual que como vinieron al mundo, sin nada. A los dos los hermanó la muerte, ese destino que a todos nos espera… y, para peor, lo sabemos. Pero en relación a lo que dejaron atrás, sus partidas fueron muy distintas… hasta opuestas, se diría.

El liberal Hermes Rafael Saguier y el colorado Martín Chiola fueron, sin dudas, dos referentes políticos de envergadura. No sólo provenían de diferentes partidos, sino que exhibieron dos líneas de conducta que, superpuestas, nos retratan al Paraguay de las últimas décadas.

Hermes Rafael Saguier fue, a todas luces, una persona excepcional. Abogado de profesión, hizo de la militancia contra la dictadura de Alfredo Stroessner uno de los objetivos de su vida. Todos recuerdan su heroico rescate del capitán Napoleón Ortigoza, el preso político más antiguo de América por entonces. Su tiroteo con las fuerzas de seguridad y su escape de película le otorgaron, de una vez y para siempre, el mote de “Rambo”. Su caballerosidad y formación intelectual, sumadas a su experiencia profesional fuera del país, hicieron de él una persona muy poco común en nuestras tierras. Y su desapego por los cargos públicos (en un partido que no se caracteriza precisamente por eso) terminó de demostrar la formación ética de su persona. 

Hermes "Rambo" Saguier

Siempre fue coherente con sus ideales. Cuando Lino Oviedo hizo política con el uniforme puesto, fue el primero en denunciarlo. Y cuando consideró que el mismo Oviedo fue víctima de arbitrariedades e injusticias, lo defendió. Su concepto de las libertades cívicas trascendía a las personas. No faltó quien lo cuestionara por su ejercicio profesional, como si un abogado pudiera ser juzgado por las personas que defiende. 

Martín Chiola fue médico de profesión, aunque poco honor le hizo al juramento hipocrático. Utilizó sus pergaminos para enriquecerse, abusando de los cargos públicos que le tocó desempeñar. Como Ministro de Salud, no mejoró ni un ápice la paupérrima situación sanitaria de la mayoría de sus compatriotas, orientando las políticas ministeriales a defender a los mercaderes de la salud (de los cuales él formaba parte). Como legislador, nada aportó para el desarrollo del país o para el bienestar de su gente. Comenzó a hacer carrera bajo el uniforme del dictador, gracias a la notable flexibilidad de su espinazo. Ayudó a reprimir a estudiantes y delató a opositores. Fue cómplice y promotor de graves violaciones a los derechos humanos. Sostuvo a un régimen excluyente y expoliador. Nunca se le escuchó insinuar ni una sola disculpa, ni una mísera demostración de arrepentimiento, por nada de lo que hizo o mandó hacer.

El genial Eduardo Galeano escribió una vez que, en nuestra sociedad, el dinero y la muerte embellecen a la gente. No se puede hablar mal de alguien que falleció, reza un dicho popular. Pero, ¿acaso puede decirse lo mismo de Saguier y de Chiola? Los diferentes blogs de los diarios paraguayos nos demuestran que no. Uno se fue con el respeto de la mayoría de la gente. Del otro, poco o nada bueno se escribió. Tal vez por vergüenza… o tal vez porque, en una vida, a la larga es la conducta personal la que termina haciendo la diferencia. Una diferencia tan grande como la que hay entre la decencia y la bajeza, la valentía y la sumisión, el bien y el mal… o la vida y la muerte.

Hermes Rafael Saguier y Martín Chiola ya no están físicamente entre nosotros. Pero el recuerdo de ambos seguirá trayendo a nuestras memorias las dos caras del Paraguay de las últimas décadas. Esas dos caras que muestran la dolorosa contradicción de un país que ansía crecer, mientras sigue frenado por las fuerzas de la mediocridad, la corrupción y la prepotencia.  

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