lunes, 25 de abril de 2011

EL PRECIO DEL PODER


Hace 3 años, un 20 de abril, Fernando Lugo vencía en las urnas al Partido Colorado, que venía gobernando al Paraguay en forma prebendaria y excluyente desde hacía 6 décadas. Lo que no lograron políticos tradicionales (como Domingo Laíno) ni empresarios exitosos (como Guillermo Caballero Vargas) fue conseguido por un obispo católico sin base partidaria e identificado con las organizaciones campesinas de lucha por la tierra, que prometía una política sin corrupción para sacar al país de su estancamiento. 
(Caricatura publicada en el diario ABC Color)

Tal como ocurrió con “Lula” Da Silva en Brasil, el miedo inicial que los gremios patronales profesaban por “el obispo de los pobres” se diluyó rápidamente. La coalición que llevó a Lugo a la presidencia, compuesta por el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA, tradicional rival de los colorados) y un archipiélago de pequeñas agrupaciones de izquierda y acción ciudadana, tardó muy poco en imitar las prácticas de sus antecesores: el nombramiento a mansalva de allegados y afiliados en puestos estatales, una corrupción desvergonzada en el manejo del erario público y una evidente carencia de políticas de gobierno, acabaron por empantanar al Paraguay en un caldo de cultivo para la  violencia social. 

Pese a haber liderado el crecimiento regional con más del 14 % en 2010, el país no resuelve sus graves problemas de desempleo y falta de crecimiento equitativo. Y son precisamente los rubros que más contribuyeron al incremento de los índices económicos (principalmente la carne y la soja) los que están en la mira del gobierno para la creación de nuevos impuestos, destinados a financiar un Presupuesto impagable y que contempla sólo las necesidades de funcionamiento de los partidos políticos. 

Los incontrolables brotes de dengue (que ya se han convertido en epidémicos) han puesto en tela de juicio la labor de la ministra de Salud, Esperanza Martínez, involucrada en un escándalo por haberse auto-asignado “gratificaciones por metas cumplidas”. Con decenas de muertos, el Ministerio de Salud (¿?) reaccionó tardíamente y por presión de la prensa, evidenciando asustadores grados de improvisación. El caso del ex canciller Héctor Lacognata es otro botón de muestra: tuvo que renunciar, tras una larga resistencia, al descubrirse por medios de prensa que percibía ilegalmente un millonario salario de la Itaipú Binacional. Sin contar al “referente de la izquierda” Camilo Soares, que soporta un juicio oral por sobrefacturaciones y compras directas en la Secretaría de Emergencia Nacional. 

OTROS TIEMPOS. Lugo con su sobrina Mirtha Maidana y con Hortensia Morán, quien le inició un juicio por paternidad no asumida (y van...)
No hay gremio que no se movilice para presionar a un gobierno que no muestra la más mínima capacidad de reacción. Y el estilo estático de Lugo (definido como “obispal” por miembros de su entorno) crispa los ánimos de una población harta de la suba de la inflación y de la falta de respuestas oficiales a los graves problemas de salud, educación, empleo y seguridad. Partidos de izquierda como el Comunista y el Socialista retiraron públicamente su apoyo al gobierno. Voceros de las organizaciones campesinas declaran, a voz en cuello, que el gobierno no cumplió ni una de sus promesas sobre la tan declamada Reforma Agraria. Y el Partido Colorado - derrotado por Lugo hace 3 años - arrasó en las últimas elecciones municipales, evidenciando una recuperación que hace presagiar su regreso al poder en el año 2013. 

En agosto, Lugo entrará en sus últimos 24 meses como presidente del Paraguay. Cuesta identificar a este mandatario sibarita y alejado de la realidad de su pueblo (con hijos concebidos cuando aún estaba consagrado a su ministerio eclesial y que siempre se resistió a reconocer) con el obispo que caminaba junto a los pobres en las marchas campesinas y en los asentamientos. Aún le quedan 2 años para rectificar rumbos… pese a que cada vez más paraguayos piensan que es muy poco tiempo para comenzar a pagar una deuda tan grande.

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